domingo, 22 de septiembre de 2013

Los niños necesitan a sus Padres.

¿Qué debe saber un niño de cuatro años?

Alicia Bayer



Publicado: 22/09/2013 10:08


Las respuestas que leí no solo me entristecieron sino que me irritaron. Una madre indicaba una lista de todas las cosas que sabía su hijo. Contar hasta 100, los planetas, escribir su nombre y apellido, y así sucesivamente. Otras presumían de que sus hijos sabían muchas más cosas, incluso los de tres años. Algunas incluían enlaces a páginas con listas de lo que debe saber un niño a cada edad. Solo unas pocas decían que cada niño se desarrolla a su propio ritmo y que no hay que preocuparse.
Me molestó mucho que la respuesta de esas mujeres a una madre angustiada fuera añadirle más preocupación, con listas de todo lo que sabían hacer sus hijos y los de ella no. Somos una cultura tan competitiva que hasta nuestros niños en edad preescolar se han convertido en trofeos de los que presumir. La infancia no debe ser una carrera.
Por todo ello, he decidido proponer mi lista de lo que debe saber un niño (o una niña) de cuatro años:
  1. Debe saber que la quieren por completo, incondicionalmente y en todo momento
  2. Debe saber que está a salvo y debe saber cómo mantenerse a salvo en lugares públicos, con otra gente y en distintas situaciones. Debe saber que tiene que fiarse de su instinto cuando conozca a alguien y que nunca tiene que hacer algo que no le parezca apropiado, se lo pida quien se lo pida. Debe conocer sus derechos y que su familia siempre le va a apoyar.
  3. Debe saber reír, hacer el tonto, ser gamberro y utilizar su imaginación. Debe saber que nunca pasa nada por pintar el cielo de color naranja o dibujar gatos con seis patas.
  4. Debe saber lo que le gusta y tener la seguridad de que se le va a dejar dedicarse a ello. Si no le apetece nada aprender los números, sus padres tienen que darse cuenta de que ya los aprenderá, casi sin querer, y dejar que en cambio se dedique a las naves espaciales, los dinosaurios, a dibujar o a jugar en el barro.
  5. Debe saber que el mundo es mágico y ella también. Debe saber que es fantástica, lista, creativa, compasiva y maravillosa. Debe saber que pasar el día al aire libre haciendo collares de flores, pasteles de barro y casitas de cuentos de hadas es tan importante como practicar la fonética. Mejor dicho, mucho más.
Pero más importante es lo que deben saber los padres:
  1. Que cada niño aprende a andar, hablar, leer y hacer cálculos a su propio ritmo, y que eso no influye en absoluto en cómo de bien ande, hable, lea o haga cálculos después.
  2. Que el factor que más influye en el buen rendimiento académico y las buenas notas en el futuro es que leer a los niños de pequeños. No las fichas, ni los manuales, ni las guarderías elegantes, ni los juguetes y ordenadores más rutilantes, sino que mamá o papá dediquen un rato cada día o cada noche (o ambos) a sentarse a leerles buenos libros.
  3. Que ser el niño más listo o más estudioso de la clase nunca ha significado ser el más feliz. Estamos tan obsesionados por tratar de dar a nuestros hijos todas las "ventajas" que lo que les estamos dando son unas vidas tan pluriempleadas y llenas de tensión como las nuestras. Una de las mejores cosas que podemos ofrecer a nuestros hijos es una niñez sencilla y despreocupada.
  4. Que nuestros niños merecen vivir rodeados de libros, naturaleza, utensilios artísticos y la libertad para explorarlos. La mayoría de nosotros podríamos deshacernos del 90% de los juguetes de nuestros hijos y no los echarían de menos, pero algunos son importantes: juguetes como los LEGO y las construcciones, juguetes creativos como los materiales artísticos de todo tipo (buenos), los instrumentos musicales (tanto clásicos como multiculturales), disfraces, y libros y más libros (cosas, por cierto, que muchas veces se pueden conseguir muy baratas en tiendas de segunda mano). Necesitan libertad para explorar con estas y otras cosas, para jugar con montoncitos de alubias secas en el taburete (supervisados, por supuesto), amasar pan y ponerlo todo perdido, usar pintura, plastilina y purpurina en la mesa de la cocina mientras hacemos la cena aunque lo salpiquen todo, tener un rincón en el jardín en que puedan arrancar la hierba y hacer un cajón de barro.
  5. Que nuestros hijos necesitan tenernos más. Hemos aprendido tan bien eso de que necesitamos cuidar de nosotros mismos que algunos lo usamos como excusa para que otros cuiden de nuestros hijos. Claro que todos necesitamos tiempo para un baño tranquilo, ver a los amigos, un rato para despejar la cabeza y, de vez en cuando, algo de vida aparte de los hijos. Pero vivimos en una época en la que las revistas para padres recomiendan que tratemos de dedicar 10 minutos diarios a cada hijo y prever un sábado al mes dedicado a la familia. ¡Qué horror! Nuestros hijos necesitan la Nintendo, los ordenadores, las actividades extraescolares, las clases de ballet, los grupos organizados para jugar y los entrenamientos de fútbol mucho menos de lo que nos necesitan a NOSOTROS. Necesitan a unos padres que se sienten a escuchar su relato de lo que han hecho durante el día, unas madres que se sienten a hacer manualidades con ellos, padres y madres que les lean cuentos y hagan tonterías con ellos. Necesitan que demos paseos con ellos en las noches de primavera sin importarnos que el pequeñajo vaya a 150 metros por hora. Tienen derecho a ayudarnos a hacer la cena aunque tardemos el doble y trabajemos el doble. Tienen derecho a saber que para nosotros son una prioridad y que nos encanta verdaderamente estar con ellos.
Y volviendo a esas listas de lo que saben los niños de cuatro años...
Sé que es natural comparar a nuestros hijos con otros niños y querer asegurarnos de que estamos haciendo todo lo posible por ellos. He aquí una lista de lo que se suele enseñar a los niños de esa edad y lo que deberían saber al acabar cada curso escolar, a partir del preescolar.
Como nosotros estamos educando a nuestros hijos en casa, yo suelo imprimir esas listas para comprobar si hay algo que falte de forma llamativa en lo que están aprendiendo. Hasta ahora no ha sucedido, pero a veces obtengo ideas sobre posibles temas para juegos o libros que sacar de la biblioteca pública. Tanto si los niños van al colegio como si no, las listas pueden ser útiles para ver lo que otros están aprendiendo, y pueden ayudar a tranquilizarnos sabiendo que van muy bien.
Si existen aspectos en los que parece que un niño está por detrás, hay que darse cuenta que eso no indica ningún fracaso, ni del niño ni de sus padres. Simplemente, es una laguna. Los niños aprenden lo que tienen alrededor, y la idea de que todos deben saber esas 15 cosas a una edad concreta es una tontería. Aun así, si queremos que las aprenda, lo que tenemos que hacer es introducirlas en la vida normal, jugar con ellas, y las absorberá de manera natural. Si contamos hasta 60 cuando estamos haciendo la masa de un bizcocho, aprenderá a contar. Podemos sacar de la biblioteca libros divertidos sobre el espacio o el abecedario. Experimentar con todo, desde la nieve hasta los colores de los alimentos. Todo irá entrando con más naturalidad, más diversión y muchas menos presiones.
Sin embargo, mi consejo favorito sobre los niños pequeños es el que aparece en esta página. 
¿Qué necesita un niño de cuatro años?
Mucho menos de lo que pensamos, y mucho más.
Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia
 

domingo, 1 de septiembre de 2013

Aprendizaje de los Niños mas Pequeños..

¿Es bueno aprender a leer tan pronto?


Educación: ¿Es bueno aprender a leer tan pronto?En España se hace un seguimiento bastante exhaustivo de los aprendizajes de los más pequeños. En general, y desde muy pronto, fomentamos los avances más académicos y esperamos que aprendan lo antes posible los números, a leer, a colorear sin salirse del borde, a escribir sin salirse de la raya... ¿Está nuestro sistema educativo bien enfocado?


Podríamos pensar que empezar pronto y de forma sistemática a trabajar habilidades como la lectura y la escritura se traducirá en mejores resultados académicos. Sin embargo, parece que no es así, y hay evidencias desde hace muchos años. Según el informe PISA, que mide el rendimiento de estudiantes de todo el mundo, España presenta resultados mediocres respecto de los países europeos en áreas como la competencia lectora o las matemáticas. ¿Cómo es posible? ¿En qué nos equivocamos? ¿Necesitamos quizá empezar antes, exigir más, evaluar mejor? Las respuestas no van por ese camino.

El sistema educativo finlandés, un ejemplo
Xavier Melgarejo, psicólogo y doctor en Pedagogía, buscó respuestas investigando para su tesis. Lo hizo ahondando en el sistema de educación que cada año encabeza el informe PISA, el finlandés. ¿Qué hacen allí? “Muchas de mis creencias entraron en crisis durante esos años”, recuerda. Las dos creencias que antes cayeron fueron dos:
Cuanto antes, mejor. FALSO. En Finlandia los niños no aprenden a leer hasta los siete años. Incluso, ven contraproducente empezar antes; pero a los nueve ya ocupan uno de los primeros puestos del mundo en competencia lectora. Y en matemáticas.
Cuanto más, mejor. FALSO. Tampoco aquí salen las cuentas. Resulta que en Finlandia los niños tienen menos horas de clase, ¡y cinco recreos al día! Cada 45 minutos, 15 minutos de recreo, mientras que en España son 30 minutos en cinco horas.
Además, Finlandia es el país que menos horas curriculares realiza entre la primaria y la secundaria. Entonces, ¿cómo es posible que ocupen siempre los primeros puestos? Puede ser porque es un tema en el que se implica toda la sociedad: los profesores; los padres, que confían en los maestros y no les culpan de los fracasos de sus hijos; el Estado, que potencia una educación pública y que no modifica ni una ley educativa sin consenso político. Además, por supuesto, el método que usan es diferente. Se enseña cuando el niño está preparado, maduro, no antes. Por eso empiezan la lectoescritura a los siete años. ¿Y qué hacen antes de leer? ¿Cómo se preparan? Para nuestra sorpresa, la mitad de los niños finlandeses no va a preescolar y entran en la escuela a los seis o siete años.


Fomentar la curiosidad y autonomía del niño

¿Y la otra mitad? ¿La que acude a preescolar? Juega. Y se fomenta continuamente la exploración y la autonomía del niño. “Las temperaturas pueden superar los 30 grados bajo cero, y cada hora los niños se visten y desvisten para salir al patio”, cuenta Luis Jiménez, cuyos sobrinos viven en Finlandia.
Visto esto, parece que no estaría de más que nuestro país diera un giro. Mari Carmen Díez Navarro, maestra y psicopedagoga, ha descrito en libros como “Mi escuela sabe a naranja” o “10 ideas clave. La educación infantil” (ambos de editorial Graó) ideas que pueden favorecer estos cambios.
¿Qué necesita el niño aprender antes para después tener éxito en las matemáticas o la lectura? ¿Repetir? ¿Esfuerzo? ¿Experimentar? ¿Afecto? Su principal objetivo, reconoce, no es que sepan leer, ni escribir, ni contar cuando acaben infantil, sino “que lleguen a primaria con ilusión y ganas”. La clave “es hacer afectivo el día a día en la escuela. Cuando un niño crea un vínculo con su maestra y se siente seguro, podrá dedicarse a aprender, a jugar, a afrontar sus sentimientos”, afirma. Es el primer paso, pero no el único.


La importancia de valorar el esfuerzo de los niños

Otro punto: más importante que hacerlo bien o no, es valorar lo que los niños hacen: “Por ejemplo, cuando pintan, al principio no persiguen más que disfrutar. Si valoramos sus producciones, hacia los cuatro o cinco años ellos solos empiezan a dibujar con intención de crear algo bello”, afirma esta maestra. Nuestra valoración estimula que disfruten en cada momento y, por lo tanto, que tengan deseos de seguir, de repetir, de crear. Y, por supuesto, han de jugar, jugar y jugar.
“Yo me quedo impresionada al ver cómo a través del juego ellos solos se enfrentan y resuelven problemas de todo tipo, cómo organizan el material, ordenan tamaños, resuelven problemas con los amigos...”, apunta Mari Carmen Díez. Para las matemáticas, por ejemplo, más importante que copiar el número 1 es “manipular, explorar y contar cosas”, explica esta maestra, aunque no se sepan aún los números.
También la manipulación y la exploración sirven para preparar la escritura “porque el niño madura del hombro a los dedos”, recuerda. Es decir, jamás podrá tener buen control de la mano si no lo ha tenido antes del antebrazo. Las actividades que conlleven movimientos de barrido con los brazos les ayudan a desarrollar, más adelante, la precisión en los dedos; y por eso muchos niños que empiezan a escribir demasiado pronto adoptan una posición forzada para la que su cuerpo no está preparado.


Cómo fomentar el interés por la lectura

En la clase de Mari Carmen Díez la lectura llega de la mano del juego y el afecto, saboreando las palabras una a una y sin presiones. Despacio, disfrutando, sin adelantar. A los tres años cada uno se dedica aaprender su nombre. Esto hace que algunos niños se empiecen a interesar en las letras y las palabras.
A los cuatro años tienen su colección de palabras que “les caen bien”: las sacan de los cuentos que su maestra les lee. Y cuando han coleccionado cuatro o cinco palabras, como Rita (el nombre de la mariposa de uno de sus cuentos favoritos), juegan al Pasapalabra. Son palabras para abrir el apetito y mucho más efectivas que el clásico silabeo. A los cinco años se hacen cada uno su tarjeta de visita, y además cada niño es nombrado padrino de una letra: cuando alguien quiere saber algo de la z..., pues le pregunta a Iván Pérez, que es su padrino. Se comunican la información sobre las letras como un secreto o un truco (“para poner la z, primero...”).
Tienen también un buzón a través del cual se envían mensajes (“te invito”) y también tienen la “caja de escuchar los sueños”, de donde deben sacar cada vez cinco cosas (imágenes, objetos o juguetes) con las que inventar una historia que comience, pase algo y termine. En fin, que juegan, juegan y juegan con las palabras. Y un buen día llega un niño y le dice a su seño: “Yo no sé cómo lo hago, pero lo miro y lo leo”. Otro día, dice otro: “Yo creo que sé leer, pero no estoy seguro”. Cada uno a su ritmo, y como la fruta madura, todos lo van consiguiendo. Los números los aprenden con la dirección de su casa, con su edad y la de su familia, con su fecha de nacimiento, con su peso, su medida...


Educar en valores

Pero no solo de números y letras va la cosa. Va de todo lo que conlleva vivir. En “Mi escuela sabe a naranja” esta maestra cuenta cómo van surgiendo las oportunidades de aprender de verdad y afrontar situaciones como compartir, llorar, ayudar, burlarse, mandar, decir lo que piensan, elegir, tolerar la frustración... y esto unido a las palabras, los números y los grandes temas de la vida y la muerte. Todo va junto.
Un día uno de los niños propuso hablar de los cangrejos y otro de las tortugas. Votaron y ganaron los cangrejos. Era la primera vez, cuenta esta profesora, que una de las niñas ¡no lloraba tras perder la votación! Pidieron a un padre que trajera cangrejos. Los miraron, les contaron las patas, los dejaron moverse para ver hacia dónde iban, leyeron sobre su vida... Algunos niños pescaron cangrejos y los añadieron a los primeros, y después se enfrentaron a situaciones como la muerte de algunos cangrejos.
¿Qué sintieron? ¿Qué decidieron hacer con ellos? ¿Comerlos? ¿Enterrarlos? ¿Tirarlos a la basura? Doce niños propusieron echarlos a la sopa y como eran mayoría así se hizo. ¡Aunque luego ninguno la probó! “Porque los conocíamos”, concluyó una niña a posteriori. Sin embargo, contaba una madre, desde que estaban con el tema de los cangrejos su hijo entraba en la pescadería y comía pescado, algo que antes no hacía. Son solo algunos de los matices y aprendizajes que aportó esta situación.

Por: Martina Domeño